PARADÓJICO: EL INDIETRISMO AVANZA

A fines de abril, Bergoglio les dijo  a los jesuitas húngaros:

«Hay un apoyo increíble al restauracionismo, lo que yo llamo ‘indietrismo’ (atraso), como dice la Carta a los Hebreos (10:39): ‘Pero nosotros no somos de los que retroceden’. – Cabe señalar que este texto de San Pablo se cita de manera muy inexacta, ya que San Pablo se refiere a los que apostatan, dan marcha atrás –o se retiran – es decir, «abandonan la fe».

El peligro hoy es el indietrismo, la reacción contra la modernidad. Es una enfermedad nostálgica. Por eso he decidido que ahora es obligatorio obtener primero la autorización para celebrar según el Misal de 1962 para todos los sacerdotes recién consagrados».

«Después de todas las consultas necesarias, tomé esta decisión porque vi que las buenas medidas pastorales puestas en marcha por Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron utilizadas de manera ideológica, provocando un retroceso. Era necesario acabar con este indietrismo, que no formaba parte de la visión pastoral de mis antecesores»

https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2023-05/francisco-jesuitas-hungaros-sean-autenticos-dispuestos-cambiar.html

Las imágenes de las nuevas iglesias de la FSSPX en Kansas y Puebla muestran a la claras que el “indietrismo” avanza y se consolida.

San Atanasio, en una de sus cartas contra el arrianismo que parecía imparable, apostrofaba “Ellos tienen los templos pero nosotros la fe”. (año 356)

Quizás hoy pueda decirse: ellos no tienen los templos ni la fe.

2 opiniones en “PARADÓJICO: EL INDIETRISMO AVANZA”

  1. Hay que apoyar a la FSSPX por tanto bien que hacen a las almas. NO SON CISMÁTICOS. Ellos siempre lo supieron, ahora se dan cuenta algunos pero hemos de hacer ver a TODOS que son de la IGLESIA (muchísimos más que otros). Gracias obispo Lefevbre por ver en aquellos tiempos lo que ahora muchos vemos. Gracias.

  2. El Papa Francisco sigue levantando críticas al referirse a un fenómeno que él llamó ‘indietrismo’, que interpreta como una reacción nostálgica en contra de la modernidad. Este término, aplicado a aquellos que tienen preferencia por el Misal de 1962, es a la vez desconcertante y alarmante. Desconcertante por su inexactitud y alarmante por su actitud intransigente hacia un segmento de la Iglesia que tiene un apego legítimo y sincero a las formas más tradicionales de culto.

    La postura del Papa es problemática en varios niveles. Primero, parece haber tergiversado la cita de San Pablo a los Hebreos para ajustarse a su propia interpretación de los hechos. Esta manipulación de las Escrituras para adaptarse a las visiones contemporáneas es, en el mejor de los casos, problemática y, en el peor, engañosa. San Pablo, al hablar de los que retroceden, no está criticando a los que se aferran a la tradición, sino a los que abandonan la fe. No hay nada en el apego a la Misa tradicional que equivalga a un abandono de la fe.

    El Papa también toma la decisión de imponer restricciones adicionales a la celebración del Misal de 1962, argumentando que las disposiciones anteriores fueron utilizadas ideológicamente y provocaron un retroceso. Pero esta afirmación no se sostiene bajo un escrutinio más profundo. Las medidas establecidas por Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron cuidadosas y equilibradas, destinadas a permitir la continuidad de la tradición mientras se abrían las puertas a la renovación litúrgica. No puede decirse que estas medidas hayan provocado un ‘retroceso’; en cambio, han proporcionado a los fieles un espacio para abrazar la rica tradición de la Iglesia a su propio ritmo.

    El ‘indietrismo’, como lo denomina el Papa Francisco, parece más una caricatura que una descripción precisa de aquellos que se aferran a las formas tradicionales de culto. Es descorazonador que el líder de la Iglesia Católica estigmatice a los fieles que, por su amor a la tradición, optan por la Misa tradicional. Tal división y menosprecio no benefician a la Iglesia ni fomentan la unidad.

    En lugar de atacar la nostalgia por la tradición como una «enfermedad», deberíamos valorar y respetar la diversidad de las formas de culto en la Iglesia. La variedad y riqueza de las tradiciones litúrgicas de la Iglesia no deben ser motivo de división, sino un testimonio de la universalidad y diversidad de la Iglesia Católica.

    Por ello es vital recordar que la Iglesia no es un barco que avanza hacia el progreso a costa de su pasado. Más bien, es una «arca» que lleva consigo la riqueza de las generaciones anteriores mientras navega hacia el futuro. La denigración de las tradiciones que han nutrido y sostenido la fe de innumerables generaciones es, en última instancia, un desprecio a la riqueza de nuestra herencia espiritual compartida.

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