HACIA LA DESTRUCCIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA

Esto no fue escrito por monseñor Schneider, ni por monseñor Viganò, ni por ningún obispo “cismático” de la FSSPX. Nada de eso, ni por asomo. El tremendo diagnóstico le pertenece a monseñor Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata, “misericordiado” por Bergoglio apenas dos días después de que cumpliese 75 años, siendo ocupado el cargo por el indecente e impresentable “cum laude” Víctor Manuel Fernández, ya sobradamente conocido por los lectores de Catapulta.

En su último artículo para La Prensa –un oasis medio del desierto que atravesamos- monseñor Aguer, anduvo sin muchas vueltas y dijo:

“Estoy azorado, y me cuesta superar mi azoramiento. A esta altura de los tiempos debería, como suele decirse, “estar curado de espanto”. ¿De qué se trata ahora? Proverbialmente quiero repetir lo que he escrito con frecuencia. Considero que la Iglesia Católica se achica cada vez más, en los países que otrora se caracterizaban por una mayoría numérica, de fervor, e impulso misionero. Pero, ahora, ha surgido una perspectiva espeluznante. El Sumo Pontífice –según lo han resaltado los medios de comunicación-, hablando a los participantes del Capítulo General de los Agustinos Recoletos, alertó sobre la caída de las vocaciones sacerdotales. ¡Chocolate por la noticia! Desde este lejano rincón que es la Argentina, puedo observar, en primer lugar, lo que aquí ocurre: diócesis sin sacerdotes para atender, como es debido, a los fieles católicos; para desarrollar una acción misionera eficaz; carencia de vocaciones, tanto sacerdotales como religiosas, pero abundancia, sobreabundancia, de obispos auxiliares.

El azoramiento que me embarga llega a esta convicción: vamos hacia la destrucción de la Iglesia Católica. Vamos sinodalmente: lo que importa es el mentiroso syn (con); mentiroso, digo, porque finalmente todo se reduce al «úkase» pontificio. El «hodós», el camino, lleva a la alteración sustancial de la Verdad católica, y de la institución eclesial”.

https://www.laprensa.com.ar/513718-Una-Iglesia-sin-sacerdotes.note.aspx

Más claro y duro, imposible. Pido a Dios que proteja al viejo y querido amigo de juventud. Ambos tuvimos la gracia incomparable de ser discípulos del Padre Julio Meinvielle. ¡Bendita sea su memoria!