SINODALIDAD PARA ABOLIR LA IGLESIA JERÁRQUICA

Afirma Agenor Brighenti, uno de los responsables de la Sinodalidad:

Un gran desafío puesto por la 1.ª Asamblea Eclesial y el Sínodo de la sinodalidad para una Iglesia sinodal misionera, es una verdadera y profunda conversión a la sinodalidad. Es un proceso complejo, que abarca a todos y a todo en la Iglesia: el modo de vivir y actuar, la Iglesia como institución y los procesos pastorales.

Una Iglesia sinodal es una Iglesia en la que todo está orientado a la evangelización, ya que ella existe para evangelizar. La sinodalidad rompe con una Iglesia encerrada en sí misma. La comunión entre los cristianos quiere ser la vivencia y el testimonio de la realización del plan de Dios, que es la comunión de toda la humanidad, una fraternidad universal, todos hermanos y hermanas.

Como vemos, llevar a la práctica los resultados de la 1.ª Asamblea Eclesial y del Sínodo sobre la Sinodalidad no es tarea fácil, pues nos confrontamos con la complejidad de una institución pesada, con estructuras obsoletas y sin el consenso necesario, tal como lo aboga la sinodalidad eclesial para realizar los cambios que se imponen.

Podría ser un factor facilitador, una mayor autonomía de las Iglesias locales o de su organización a nivel nacional y continental, para responder a los desafíos en sus ámbitos de actuación, ya que, a pesar de la reforma de la Curia romana, el ejercicio del Primado continúa jurídicamente centralizado. No basta con una descentralización del poder en la Iglesia, es necesario una desconcentración del poder, según el principio de subsidiariedad.

Después de la realización de la 1.ª Asamblea Eclesial, la creación de la Ceama y el actual Sínodo de la sinodalidad, en una Iglesia sinodal ya no caben organismos de toma de decisiones para un determinado ámbito eclesial que no sean sinodales.

Pueden existir organismos solo de presbíteros, religiosas, laicos u obispos, pero no para discernir y decidir lo que concierne a todos. La cuestión de fondo es el ejercicio del poder en la Iglesia. Como afirma el papa Francisco en la exhortación Querida Amazonía y en la constitución Praedicate Evangelium, en coherencia con la eclesiología del Vaticano II, los ministros ordenados no tienen el monopolio del poder en la Iglesia, pues en la Iglesia el poder no deriva del sacramento del orden, sino que se asienta en el sacramento del bautismo.

Así, en una Iglesia sinodal, además de clérigos, también religiosas, laicos y laicas precisan ser partícipes de los procesos de toma de decisiones y asumir funciones de coordinación y presidencia en las organizaciones eclesiales en todos los campos y ámbitos de la Iglesia. https://www.amerindiaenlared.org/contenido/24408/agenor-brighenti-nuevos-vientos-soplan-hoy-en-la-iglesia-y-vienen-de-america-latina-/

Nota catapúltica

Y para la profesora sinodalítica Catherine Clifford: La teología medieval entendió que “el sacramento de la ordenación confería un poder sagrado para conferir la eucaristía, y el énfasis en el servicio quedó eclipsado”.

Por supuesto, queda mucho trabajo por hacer para “revertir los efectos de siglos de división entre los ordenados y todos los demás miembros de los fieles bautizados (una comunidad a la que ellos también pertenecen)”.

Como insiste acertadamente Francisco “debemos derribar el muro que nos separa superando la cultura del clericalismo (una distorsión pecaminosa a la que son propensos tanto los ministros ordenados como los laicos)”.

https://adn.celam.org/catherine-clifford-sera-un-desafio-implementar-una-sinodalidad-genuina-donde-el-clericalismo-esta-profundamente-arraigado/

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