¿Y LA PARRESÍA PARA CUÁNDO?

De un tiempo a esta parte, se ha instalado en el lenguaje eclesiástico el término «parresía» (decir todo). Hablar con parresía es casi, casi, prenda de salvación. Yo, como soy “rígido” y “nostálgico”, prefiero emplear veracidad, sinceridad, franqueza, De parresía se ha hecho y abuso, a punto de confundir al católico de a pie.

Creo que, gracias a Dios, no es mi caso, porque he insistido en que todo lo que hace o pueda hacer Bergoglio, está signado por la oscuridad y el ocultamiento, típicos rasgos de un narcisista que no quiere perder su poder, aunque se trate de una mentira flagrante. Para quienes lo tenemos «fichado» desde hace unos cuantos años, sabemos de sus manejos turbios, tanto como arzobispo como Gran Canciller de la Universidad Católica Argentina donde ubicó como Rector a personajes como Alfredo Zecca, un vago descomunal, y al repugnante Tucho Fernández, especialista en besos y orgasmos.

Se repite hasta el hartazgo que su enfermedad sigue una “evolución normal”, sin que se aclare cuál podrá ser. Temo, además, que la célula del Gemelli, le acerque algunos papeles, con textos más disolventes de los que se publicaron cuando gozaba de buena salud. Y si no puede firmarlos con su propia mano, los firmarán otros.

Pero esos futuribles desastrosos, no impiden que sigamos rezando fervorosamente por la salvación de su alma.

Dios tiene Misericordia de sobra y no “misericorditis” bergogliana.

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